miércoles, 26 de octubre de 2011

EN EL FONDO

    Reparé en esta ocasión en algo que escuchaba a menudo: ‘en el fondo aquel tipo era bueno’. ¿En el fondo?, ¿cuál es ese fondo? Si en el fondo fue bueno es que en la superficie no lo fue tanto. ¿Por qué entonces ese empeño en vivir anclados ahí? ¿Por qué no indagar allí donde escuchamos retumbar lo mejor de nosotros, allí donde está escondido ese pequeño candil asustado que apenas se atreve a parpadear? Vivimos con miedo, anclados y sin atrevernos a ser. Los hombres, en la utopía de que son libres desdeñan la libertad más grande de ser aquello que realmente son. Triste es permanecer siendo una roca y no descubrir el oro que se esconde dentro. Y el hombre posee el valor de atisbar el oro y comenzar a buscarlo. Pero también la ceguera de no querer mirarlo directamente porque le asusta.
    Tengo la sensación de que he pasado mucho tiempo en la superficie de un océano mientras la vida se encontraba en su profundidad, y me conformé con contemplar el ir y venir de las olas, el vano reflejo de una maravilla escondida.
    Esto cavilé cuando pensaba por qué todo resultaba tan difícil a veces. Con dificultad puede alguien llegar a descubrir el hermoso oro que esconde otra persona si se reviste de dura roca y jamás ha visto el suyo propio. Tampoco fui capaz de encontrar una respuesta que me convenciera hasta que no conseguí salir de mí misma y atisbar el tesoro que escondían los hombres. Creer que todo era difícil porque las personas estaban talladas únicamente de roca no podía ser cierto si yo ya había vislumbrado su pequeña pepita de oro. Pero yo no pude pulir su piedra como tampoco conseguiré terminar de tallar la mía aunque dedique la vida a liberarme de esas rocas, a atravesar las olas y ver lo que el profundo océano esconde.
    La facilidad y la sencillez se esconden en realidad en ese fondo y mientras vivamos ahí arriba, perdidos en la escasez, no hallaremos la llave de la libertad, no hallaremos nuestra mejor versión y nuestra máxima dicha. La vida nunca puede ser tranquilidad, parálisis, anulamiento en el sinsentido, sino tormenta, movimiento, y búsqueda. El corazón permanece siempre inquieto y no encuentra jamás sosiego aunque fácilmente el engaño así lo aparente. Porque el nuestro, no es un corazón que haya encontrado lo que buscaba. Pero aquel que no busca ya secó su corazón sediento.
    La plenitud, el sosiego, la paz no son algo que nuestro corazón conseguirá en perfecta armonía. En su búsqueda, en el recorrido hacia ese fondo, hacia esa hondonada conseguirá participar de esa paz y ese sosiego. Jamás llegamos a nuestro destino ni a pulir nuestra roca, nunca a abarcar la inmensidad del océano, pero en ese caminar a la hondonada, avanzamos y vivimos. Al fin.

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