jueves, 27 de enero de 2011

IN MEMORIAM 15.5.1995 - 27.1.2009



AHORA

Ahora que escribo tu nombre
sin que las hojas se deshagan en medio de un río de lágrimas,
ahora que he podido escuchar de nuevo al viento
sin que rasgara mi cara...
Ahora he sentido que tú me hablabas.

Ahora sólo puede hablarte mi corazón, al que sé que escuchas
porque es capaz de llegar dónde tú estás.
Y el único que consigue escucharte desde dónde te hallas.

Ahora he aprendido a escucharte a través de aquellos que siempre nos acompañaron;
A través de los árboles y los pájaros,
de las montañas y el cielo,
de los ríos y de los caminos,
del susurro del agua y del viento.

Ahora el corazón escucha porque el dolor y el sufrimiento
tornaron a una triste paz y a dulces recuerdos.
Ahora solo me queda darte las gracias:
Gracias por haberte conocido,
gracias por habernos acompañado,
gracias en fin, por haber vivido y hacernos vivir.

Y sólo un deseo para ti: que sigas corriendo feliz e incansable
por las inmensas laderas de nuestros corazones.
Ahora vivirás con nosotros siempre.

“La muerte no existe para aquellos que habitan en los corazones”

miércoles, 5 de enero de 2011

OLVIDAMOS AL TRAMPOSO


“El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos” .William Shakespeare

    Tiempo ha que este gran dramaturgo pronunció aqueste adagio tan magnífico. Sin desligar un ápice de verdad a estas sabias palabras, ahora yo me pregunto, ¿acaso hemos olvidado algo tan innato a los juegos más básicos de esta vida como es el engaño?, ¿hemos olvidado de verdad que en todos los juegos existe un tramposo? Los juegos son armas de doble filo, drogas engañosas cuya sombra es la traición.
    Comenzamos nuestra infantil e inocente partida frente a un destino maduro y experimentado que nos aventaja en todo menos en la única arma de la que disponemos en ese momento: nosotros mismos. Un despiadado y avariciosa destino no pierde su tiempo retando a alguien que seguro perderá. Él conoce el sinsentido de ese juego. Apenas tenemos posibilidad de permanecer con nuestra única arma intacta pero el destino sabe que quién consiga mantenerla o recuperarla le aventajará siempre.
    Nuestro hado no solamente controla las cartas que él mismo ha barajado y repartido sino que dispone de las argucias necesarias para movernos hacia donde con seguridad iremos. Pero sobre todo sabe cómo llegar hasta nuestro más profundo talón de Aquiles; estos humanos corazones que suponen nuestra gran desventaja respecto a cualquier enemigo. Abocados sin remedio a este burdo juego en el que la vida nos involucra sin preguntarnos, donde nuestras cartas ya se habían forjado antes que nosotros mismos de manera que no pudimos elegir ni sus números ni sus colores.
    Contemplamos a un adversario tan astuto que nos vimos obligados a  cambiar nuestra estrategia de juego y desarrollar otras destrezas que nos permitieran escabullirnos hacia mejores opciones, moviéndonos sin sufrir excesivo daño. ¿Libremente? Los caminos marcados y las cartas asignadas con las que conformamos nuestra mejor opción no son nuestros caminos. Aunque armados con todo lo necesario para salvaguardarnos, todo forma parte del juego, todas las posibilidades estaban ya escritas, la vida tan solo nos adaptó a ellas.
    ¿Podemos elegir algo entonces?, ¿o tal vez nos movemos en medio de un laberinto en el que tratamos de hallar la mejor salida posible a algo que no acabamos de comprender, cruzándonos con personas sin saber porqué fueron ellos y no otros los que aparecieron? Sin poder regresar y tomar otro camino que sin duda hubiera sido mejor para nosotros o por el contrario alegrándonos porque tuvimos la suerte de escoger ése y no otro. Desconociendo la inmensa maraña de movimientos totalmente compenetrados, establecidos todos y cada uno de ellos por algún motivo. ¿Qué seriamos nosotros si eligiéramos cada paso que damos, si escogiéramos el suelo que pisamos y la sonrisa que contemplamos; si pudiéramos elegir entre ese suelo húmedo que pisamos o aquella fina arena del mar que roza nuestros talones? Probablemente no seríamos nada que fuera capaz de  llevar dentro al mismo tiempo sufrimiento, magia y pasión.
    Con todo ello, yo me pregunto si no habremos perdido lo que en realidad éramos para convertirnos en lo que la vida hizo de nosotros, para llegar a ser la simple resignación de lo que fuimos. Todo para lograr atravesar esta vida urdiendo el mejor juego, la mejor estratagema que nos permita atravesarla y sentirnos orgullosos de cómo lo hemos conseguido.
    Pero qué triste es comprobar que no recuerdo porqué un día actuaba y pensaba de una manera tan distinta e incoherente a mis adultos ojos.  Y que agradable es en esta hora sentir un poco de aire refrescándote el rostro como despertándote de un largo y fatigoso sueño, descubriendo que puedo desnudarme poco a poco y quitarme de encima todos aquellos harapos con los que la vida me vistió en un juego al que nunca desee jugar. Compruebo que soy una mera resignación de lo que fui por que dejé de creer en lo que era y empecé a creer en aquel juego del que la vida me hizo partícipe.   
    Ahora atravieso el mundo con mucho más frío y temblor pero no les falta sentido a mis pasos y a mis palabras, llenos de algo que había perdido en una mala mano, una vez cuando un tramposo llamado destino me jugó una mala pasada. Se puede caminar por la vida de la forma más inocente que exista, aun llena de magulladuras por no formar parte de una estrategia coherente de juego. Pero, al fin y al cabo el juego terminará y nadie habrá ganado nada por haber sido el mejor estratega que la vida haya conocido. ¿No somos algo mejor que aquello que la vida hizo de nosotros?